Que vino comprar, simplemente mirando la etiqueta
Según una encuesta de Nielsen, dos de cada tres usuarios de todo el mundo afirman prestar más atención a las etiquetas que hace dos años. El problema es que menos de la mitad de los consumidores (45%) declara entender la «mayor parte» de lo que leen. El etiquetado de los vinos, por tanto, está adquiriendo mayor importancia para los consumidores.
Como nos explican desde Wine Branding Design, expertos en marketing para marcas de vino, una etiqueta es la identidad y la garantía del vino que contiene la botella. Se trata, por tanto, en muchas ocasiones, la única información que dispone el consumidor y el «arma» comercial que tiene la bodega para dar a conocer su producto y establecer una relación entre el vino y el posible consumidor.
Las etiquetas deben mostrar la información básica del vino, como son los datos de identificación principal: nombre, logo, tipo de vino, graduación, bodega, contenido, etc. La contraetiqueta ampliará información: identificación de la variedad de uva, región, cata, datos del elaborador, ubicación de la bodega, etc.
Toda información es necesaria y de agradecer pero, sin embargo, lo que realmente atrae la primera atención del consumidor es el «vestido» de la botella, como parte de la estética de todo el contenido (forma, collarín, color, dibujos, etc.). Es la impresión global que puede apreciarse de la botella al observarla en una estantería de una tienda o en un restaurante.
Digamos que esta estética global permite una primera presentación y acercamiento del consumidor, para pasar a conocerse «cara a cara» mediante la información contenida en etiqueta y contraetiqueta.
Sin embargo no todo el mundo tiene la misma sensibilidad ante la etiqueta. El consumidor ocasional buscará elementos de referencia, términos, imágenes, logos, que le suenen familiares y le ofrezcan una mínima referencia de compra de calidad. Mientras, el verdadero aficionado tendrá una percepción especial que le hará buscar en el vino todo aquello que le ayude a ilusionarse con sus características y sorpresas que le puede dar al degustarlo.
Tanto a unos como a otros, todo lo que buscan puede dárselo la etiqueta si está bien hecha. Se establece de este modo un primer contacto de vino-consumidor. Ahora queda desarrollar esta relación que pasa por la degustación y valoración del vino, para poder así culminar el «amor».
La historia de las etiquetas es, como todas las historias, un compendio de curiosidades y evolución histórica. En un principio, la identificación del contenido de las botellas se hacía a través de sellos, lacres, cintas y otros motivos con la simple intención de diferenciar e identificar.
Las primeras etiquetas proceden de los marbetes o pequeños trozos de piel, cuero o pergamino que se colgaban del cuello de la botella y mostraban escrito el año de la cosecha y el nombre del propietario.
Muy pronto se inició la utilización del papel o pergaminos pegados toscamente a la botella, aunque la verdadera revolución llegó con la aparición de la litografía, invento de Aloys Senefelder en 1796. El nuevo procedimiento da entrada al uso del color y sobre todo a la reproducción.
Las primeras épocas dan testimonio de los gustos del momento, muy barrocos y de llamativos colores. La evolución del sistema litográfico y las técnicas de impresión promovieron la utilización de mejores papeles y tintas de colores.
Hasta muy entrado el siglo XX, la impresión de las etiquetas se efectúa mayoritariamente en imprentas de Francia, Alemania e Inglaterra, como era habitual y como se hacía con los billetes de banco.
En los dibujos y motivos que se utilizaban en el diseño de la etiqueta eran de preferencia los alusivos a la reproducción de pámpanos de uva, flores, etc. Las más interesantes y maravillosas etiquetas fueron las que emitieron los bodegueros jerezanos, a los que no les importaba tanto informar como impresionar al consumidor con llamativos colores y motivos folclóricos o taurinos.
Después de la última guerra mundial, se inicia una importante evolución en el concepto de etiquetar, al intervenir cada vez más organismos controladores protectores de derechos de imagen que regulan la comercialización de los vinos.
Se intenta normalizar, o al menos orientar lo que las etiquetas deben expresar. No obstante, las etiquetas de los distintos países se siguen diferenciando por unas características generales que se consideran propias del gusto del país. Las francesas mantienen la tónica de elegancia en los colores y tipografía de las letras, así como motivos de impresión (chateaux, palacios, paisajes, etc.). Italia, una línea de coloración suave y letras claras. Alemania se reconoce por sus floreados dibujos, colores fuertes y letras de caracteres rústicos. España, con la excepción de los vinos jerezanos, no acierta a definir un estilo propio a nivel internacional.
Actualmente existe un gran interés por parte de las bodegas en distinguir al máximo su imagen y su presentación, lo que se traduce en un esfuerzo por ser originales en diseño y concepción.
Se entiende que ese aspecto de la botella, traslada de inmediato al que la contempla a una primera valoración del contenido, y si la etiqueta pretende vestir la botella, cuanto mejor vestida más lucirá para conseguir distinguirse de los otros vinos y tener una personalidad propia, y venderse mejor.
Por otro lado, este «vestido» deberá ser acorde con el producto. Diseños sencillos para vinos normales, elegantes para vinos medios y lujosos, sin exagerar, para vinos que se consideran excelentes. De nada sirve un gran vino con una etiqueta juvenil y llamativa, porque no se valorará el vino; o un vino mediocre con una lujosa etiqueta, porque decepcionará. La etiqueta debe ser congruente con el vino, y acorde a las expectativas del consumidor para no defraudarle.
Sin olvidar que la tradición o las políticas de las bodegas, en ocasiones pesan enormemente sobre las decisiones de marketing, y algunas bodegas prefieren conservar sus viejos estilos, y en ocasiones se trata de decisiones acertada ya que su prestigio y fama les permite pensar que poco tendrán que decir de nuevo a sus fieles clientes.